lunes, 25 de agosto de 2014

¡Alirón, alirón! ¡El PP es el campeón!

Desconozco quién fue el que dijo aquello de que no había nada nuevo bajo el Sol, pero se equivocó. Y tampoco acertó aquel académico que dimitió porque todo estaba ya inventado.
No me cabe duda de que eran poco viajados, porque, de haber caído por estos pagos, se hubieran asombrado, y no poco, del Gobierno de esta tierra de iberos y otras tribus, que pretende reformar la ley electoral al uso a un paso de las municipales. Puede resumirse en que con el 40% de los votos y un 5% de ventaja sobre la segunda, quien encabece tal lista será proclamado alcalde, facilitándole de paso los concejales que le hagan falta, si es que le hacen falta.
Yo, y unos cuantos más, nos preguntamos de dónde la han sacado, quién ha sido el ingeniero jefe, en qué libros han rebuscado, qué se pretende, a quiénes beneficia, a quiénes perjudica, si con el cambio los ciudadanos ganan o pierden, si es más, menos o igual de democrática que la actual…
Sin necesidad de preguntarle a Karina, parece ser que todo apunta a que las encuestas pronostican que el PP perdería las alcaldías de las joyas de la corona, y, claro, no quieren, porque lo que quieren es seguir mandando. Y ya está. Lo demás sería ingeniería política para que cuadren las cuentas. Otros, más revoltosos, lo llaman tergiversación de la democracia y engaño público. No obstante, hay que reconocer que la mayoría es la mayoría y tiene su encanto, su erótica, su irresistible atracción. Vamos, que cuesta perder.
Hay quienes no tienen pelos en la lengua y lanzan al viento que parece carnaval todo el año, que ya les vale, que se quiten la máscara que estamos en agosto. Afirman que el carnaval anda cabeza abajo porque ahora los que mandan llevan la careta todo el año y los gobernados ya no se burlan de ellos como antes, que era lo propio aunque fuera poco rato, que en los tiempos que corren los que se ríen y se lo pasan bien son los de siempre. O sea, todo patas arriba.
Otros afinan aún más y les da por decir que la democracia les viene grande, que no es lo suyo, que no creen en ella, que sólo la usan en su beneficio. En resumen, que consideran que el poder y el mando les pertenecen por derecho y aún no se explican cómo han vivido algunos años sin detentarlo. Creen que nombrando e invocando la democracia para todo ya es suficiente, si bien esos críticos opinan que, de tanto lavarla, la están dejando sin brillo, sin colores, gris.
Algún que otro osado propone que se atrevan con las listas abiertas, votando a las personas, y dejen de lado las cerradas, que son para los partidos como un cajón de sastre en el que hay de todo y con las que los ciudadanos votan a quien quieren y a quien no quieren, por el mismo precio y en el mismo saco. Como mal menor, concluyen, que se vaya a una segunda vuelta entre las dos más votadas.
Pese a todo lo dicho, no da la impresión de que estas críticas vayan a prosperar. Al fin y al cabo, no pocos de los reformadores han estudiado en los manuales de Cánovas y aplican lo de Vosotros haced la ley y a mí dejadme el reglamento.
En pocas palabras: el que gana, a gobernar; el que pierde, a opositar. Nada de medias tintas. O negro o blanco, o conmigo o contra mí. Presentan un país de disyuntivas claras, exento de mezclas. Vuelve a resonar la pureza de sangre, de cristiano viejo, acompañadas de la mano por el desprecio al converso.
Así pues, que gobierne la mayoría, silenciosa o habladora, los políticamente correctos. ¿A quién le gusta lo incorrecto? Se puede ser predemócrata, protodemócrata, fobodemócrata o antidemócrata, pero con corrección, sin sacar los pies del tiesto. Las minorías vienen bien como conversación de salón, para airearlas en los discursos y dar el pego, hacer chistes fáciles con los amigos, y hasta para no respetarlas. Que se dediquen a pilotar aviones, investigar el cáncer o lo que les guste, pero la política es otra cosa.
Visto lo visto, salvo perspectivas imprevistas, vamos a aprendernos el himno que nos tocan:
Alaví, alavá,
De pactos na de na.
Alirón, alirón,
El alcalde, a votación.
El PP es el campeón,
Matarile, lire, ron.
¡Cruz!

miércoles, 20 de agosto de 2014

Santiago, patrón de España

        Nos pasamos. Nos pasamos siete u ocho pueblos, tres o cuatro gasolineras, y hasta algún taller de reparaciones.

        Resulta que el lunes fui a comprar tabaco y me dijo el estanquero que el viernes, el 25 de julio, el día de Santiago, no era fiesta en Navarra, porque este año había tocado San José y que el año próximo le tocaría a Santiago; que no la guardaban más que en Galicia y en el País Vasco. Uno que esperaba turno apuntó que le sonaba también Cantabria.

        Le pregunté si lo habían destituido, o algo así, de patrón de España y me contestó que eso no, que todavía seguía ostentando tal honor, pero que fiesta, tampoco. Con cierta perplejidad, aunque uno con los años se acostumbra a casi todo, le pedí que me lo explicara, que no me aclaraba. No llegaba a entender cómo el día del patrón de España no era fiesta en España, que dónde se había visto un patrón sin fiesta. El estanquero me miró como diciendo que vaya usted a saber, que doctores tenía la Iglesia, ministros el Gobierno y consejeros las Autonomías. Me cobró y me fui.

        Conforme iba para casa, aumentaba mi confusión. Santiago Matamoros, el de Clavijo, el del caballo blanco,  el de ¡Santiago y cierra España!, no tenía fiesta oficial. Seguía en el santoral, eso sí, pero poco más. Lo de Galicia aún lo entreveía por lo del Camino de Santiago. Lo de Euskadi se me escapaba, si bien parecía relacionarse con una propuesta del alcalde de Vitoria porque celebraban el día de los Blusas. Lo de Cantabria también se me iba de las manos, pero el párroco me apuntó que, por lo visto, se quería potenciar el Camino de Santiago, fuera el inglés o el francés, y que las comunidades que no tenían festividad propia celebraban Santiago. Me imaginaba qué pasaría en Francia si un decreto derogase el 14 de julio, o en USA se diera por terminado el 4 de julio por decisión del gobierno de turno. He dicho que me lo imaginaba, pero no, no me lo imaginaba. Era mucho imaginar.

        ¿Qué hacían aquí el gobierno central, los autonómicos y la Conferencia episcopal? Si era patrón, fiesta, y, si no, pues no. Así de sencillo lo veo yo en mi ingenuidad, y no dejo de lamentar que me arrebaten recuerdos infantiles como cuando cantábamos:
        Santiago, patrón de España
        y abogado de los de Funes,
        que lo tienen a remojo
        sábado, domingo y lunes.

        Por lo que se ve, eran otros tiempos, otros mundos, otra sociedad. Sin embargo, me traían a la cabeza aquello de la España invertebrada de Ortega, y no me parecían ni medio bien esas componendas de unos años sí y otros no. Supongo que quienes mandan habrán tenido sus razones de peso, de modo que les pido si podrían explicárnoslas con claridad a los súbditos y fieles de a pie. Si es posible, como para que lo entienda un alumno de Primaria. Ya puestos, y abusando de paciencia, me gustaría saber si en esto entran los sindicatos o no.

        A quienes corresponda, gracias por anticipado.

martes, 19 de agosto de 2014

La factura de la luz

        La verdad es que me siento más libre. Ahora, pago lo que consumo, a su precio, cómo y cuándo me da la gana. Interruptores a mi voluntad: lavadora, televisor, cocina, radio, ordenador, lámparas... Lo que quiero, como quiero y cuando quiero.

        Rajoy, Soria, Cospedal, Montoro y Aguirre velan por mí, por mi bienestar, y han llegado a un acuerdo con las compañías eléctricas para que me llegue a casa una factura de la luz que se lea sin necesidad de doctorado. Mi vecina, que es como es, dice que le parece aún más complicada, que no la entiende, ni ésta ni la de antes, que lo único que importa es no tocar mucho los interruptores y tener la cuenta del banco al día. Lo demás son engaños.

        No es por llevarle la contraria, pero yo sí me creo ese anuncio de la tele que dice Ahora controlas tu energía. Por lo menos lo intento, y pongo atención e interés, aunque no termino de saber si es mejor darle a la luz a las cinco de la tarde o de la mañana. No me entra del todo. Me faltan datos o talento o las dos.

        Para salir de dudas he llegado a preguntar hasta a ingenieros, pero me han mirado con cara rara, como de dónde había salido yo. Yo les interrogaba para que me aclarasen si tanto costaba poner en la factura que tanto consumido a tanto el kilo de consumo sumaba tanto. Ellos me han hablado de los impuestos, los peajes, las inversiones que no han hecho pero que piensan hacer, las subastas, las energías alternativas y más cosas, y me hago un lío tal que se me van a saltar los cables, o fundir los fusibles, o saltar los plomos, o como se diga ahora.

        Las llamadas de las compañías para que me cambie a la suya me dicen que me sale más barata, pero en cuanto les digo que se pasen por casa para explicármelo, me saltan con que eso no se puede hacer, porque da mucho trabajo y cuesta mucho dinero. Así que, por este camino, tampoco. Con lo de las horas valle de antes me aclaraba mejor, no mucho, pero algo más, sí.

        Un día saqué la conversación en el bar y no pueden hacerse una idea de la que se montó, no por lo que sabían o dejaban de saber los clientes, sino por el montón de tacos e improperios que oí, y eso que eran las ocho de la mañana. Uno dijo no sé qué de oligopolios, otro se metió con unos cuantos ministros y ministras, el de más allá soltó una barbaridad contra Soria, que me extrañó porque desconocía que en esa provincia se produjera electricidad. Uno de Falces arremetió sin consuelo a cuenta de una placa solar que se había comprado en su pueblo; otro, más versado, saltó con que eso no era nada comparado con lo que iba a pasar con el gas y, para no aburrir, un habitual que se acababa de tomar su café con leche y magdalena dijo que si lo de los peajes no era para las autopistas.

        Como seguía sin aclararme, estuve a punto de llamar a eso que llaman ventanilla única por si me aportaba luz. También pensé en la organización de defensa de los consumidores que se pasa por el Ayuntamiento, pero lo desestimé a instancias de un compañero de barra.

        Concluí, como tantas veces, que nos daban libertad y, luego, no sabíamos qué hacer con ella. Que este país, para guerrilleros no tenía precio, pero para organizar regimientos era otra cosa. El sustrato anarquista ibérico ahí estaba. No teníamos remedio. Había países que habían salido bien y otros, mal, y éste era de los de mal.

        Mi convicción inicial de creencia en la bondad del sistema, en la preocupación de los gobernantes por nuestro bien, se me iba tambaleando a cada paso, y me encontraba casi a la par que mi vecina. Decidí que, si me tocaba por casualidad, no iba a permitir la entrada en mi casa a ninguno de esos ministros, no fuera a ser que empezaran a toquitear interruptores a mala hora y a ciegas, que quien pagaba era yo. A la única que igual dejaba entrar era a la Cospedal, por aquello del pago en diferido, que siempre puede venir bien.

        Conforme pasaron los días, me fui cansando de que se preocuparan tanto por los pobres usuarios, de que nos ayudaran tanto y tanto, porque me parecía que, entre otras cosas, era como quitarnos un poco de libertad, y, a mí, lo que me gusta de verdad es participar; me siento como más ciudadano.

        Para no dar más la lata, termino recordando que, hace ya años, leí  un libro de historia en el que se decía que hubo un régimen que alardeaba como lema Todo para el pueblo, pero sin el pueblo, y que se llamaba despotismo no sé qué, vamos, nada que ver con nuestra democracia.

        Salud y luz.

        

La zona básica de salud de Peralta

        Digan lo que digan los políticos, los que vivimos en pueblos estamos discriminados porque somos menos y separados unos de otros

        Los médicos de urgencias rurales no se cansan de airear que vamos para atrás, que no cuentan con los medios adecuados, que las reformas se hacen sobre el papel. Y esto no es porque ellos se pongan malos, sino porque les da mucha rabia que sus pacientes, o sea, nosotros, tengan más probabilidades de morirse antes de tiempo que los de Pío XII, San Juan o Iturrama, que están más cerca de los hospitales. Las médicas hacen lo que pueden y como pueden, con la misma profesionalidad que los que trabajan en Pamplona, Estella, Tudela o Tafalla, pero no pueden competir contra las leyes físicas.

        La zona básica de Peralta (con Marcilla, Falces y Funes) cae en medio de todo, en la misma tierra de nadie, y así no hay manera. Llegar hasta donde pueden tratar a uno con más garantías es cuestión de velocidad y tiempo, porque el espacio no varía, de modo que tanto da que sea velocidad igual a espacio partido por tiempo, que tiempo igual a espacio partido por velocidad. Pocos minutos arriba o abajo.

        Con más dotación de medios técnicos, la cuestión del espacio va reduciendo su importancia, así que sólo queda comprar los aparatos e instalarlos, pero ahí empieza otro problema. También el dinero es un bien escaso, de lo que resulta que no se puede gastar en todo lo que se quiere y es necesario priorizar. Esto, claro, nos lleva al planteamiento de qué es más preferente, y, llegados aquí, nos caemos con todo el equipo, porque sumamos menos en la zona básica que en alguna calle de Pamplona y los ciudadanos valemos lo mismo, aunque no todos piensen igual.

        Es verdad que, cuando se prevén riesgos suplementarios, se aumentan las dotaciones médicas y técnicas, como pasa en los encierros y festejos taurinos, pero esto dura cuatro días, los de fiestas. Si los ayuntamientos piden que se mantengan el resto del año, siempre se contesta que no hay dinero para todo, que no llega, que aguantarse.

        Mientras tanto, lo que sí llega es el tren de alta velocidad que, claro, no para en Marcilla. Para eso sí que hay dinero, por lo menos para expropiar tierras y compensar invernaderos rotos. Las vías y el tren, cuando toquen. Algunos vecinos se preguntan quiénes y cuándo se montan en esos trenes, como dejando caer que no están de acuerdo, pero pronto los convencen diciéndoles que no se dan cuenta que es por su bien, porque así se hacen antes los negocios, y eso es bueno para todos.

        Por lo que oigo en la calle y otros sitios, la gente de por aquí opina que lo de la salud no se arreglará hasta que a alguno de los que mandan les dé un soponcio en fin de semana al encontrarse con las vacas que se han escapado del Pilón, o hayan venido de medio veraneo a comer a cuenta de nuestro dinero y, encima, pescando votos a remanga. Que quede claro que yo no pienso así ni le deseo mal a nadie. Me limito a ver lo que veo y escucho.

        Por cierto, que el otro día oí de casualidad que si esos animales políticos tuvieran algún percance, ¡Dios no quiera!, aunque fuera pequeñito, como una rotura limpia, les gustaría saber a dónde los llevan y cuánto esperan en Urgencias. Les dije que no fueran tan mal pensados y ellos me contestaron que se admitían apuestas.

        ¡Salud!


        

¿Cuánto cuesta la sanidad gratuita?

        Estos días últimos ando subiendo y bajando a Pamplona por problemas de mis años y costumbres adquiridas y me ha dado por calcular lo que me cuesta, a grandes rasgos.

        La autopista Tafalla-Pamplona me lleva 3,65 euros de ida y otro tanto de vuelta, es decir, 7,30 euros. De Peralta a Tafalla voy por la carretera que no se paga y así evito gastos momentáneos, pese a los baches y parches que terminarán fastidiando los amortiguadores, pero eso no lo meto. Como tengo que hacerme varias pruebas, pago 6 horas de aparcamiento subterráneo, porque en el de superficie no encuentro nunca sitio. Por lo bajo, me soplan otros 10 euros, como si fuera día completo. La gasolina para los 130 kilómetros me sale por otros 10, porque mi coche pesa poco, es pequeñito y no paso de cien. En conjunto, sumo entre 25-30 euros, según los días. No añado lo que no he ganado por no trabajar porque ahora ejerzo de rentista, ni tampoco alguna posible multa por infracción de cualquiera de los múltiples artículos del código de circulación.

        Si me diera por pensar que en un futuro podrían cobrarme por las pruebas, los medicamentos o las tiritas, me entran sudores y tembleques de origen indefinido que reprimo como puedo, ya que, si no me controlo, puedo terminar en el psiquiatra de pago. Bien mirado, quizás fuera mejor alucinar o vivir en semipermanente estado paranoico, si bien la línea que los separa de la realidad normalita es cada vez más delgada, o, al menos, a mí me lo parece.

        Como alternativa al gasto con mi vehículo motorizado, en el autobús gastos 10 euros entre ida y vuelta, no pago aparcamiento ni peaje, pero he de añadir la comida, que no baja en ningún lado de otros 10 euros, porque los autobuses van más espaciados de horario, hay que esperar o correr, y son para las mujeres, los estudiantes y los inmigrantes. Con un bocadillo y una botella de agua podría suprimir el gasto de la comida, pero me lo tengo que pensar. Además, esta posibilidad no es aceptable en caso de que me pongan la hora de la consulta a las ocho de la mañana porque no llego a tiempo con ningún autobús, de manera que debería pensar en un taxi o pernoctar la noche anterior en Pamplona, lo que, cualquiera de las que eligiera, se pondría por un pico impensable. También me he propuesto mirar el horario de trenes, pero estamos en las mismas porque alguien me tendría que sacar y traer de la estación. 

        Visto lo visto, he llegado a la conclusión de que lo mejor es no ponerse malo o vivir en Pamplona, donde, con dos billetes de villavesa y tiempo para gastar, sale mucho más barato, dónde va a parar.

        Menos mal que los de los pueblos somos más sanos, soportamos mejor la contaminación de ruidos y de humos, no tenemos tantas necesidades y todo eso se nota en los ambulatorios y hospitales. No creo que pueda ponerse en cuestión que en los pueblos nos ponemos menos enfermos porque, entre otras cosas, tenemos la costumbre de andar mucho por el campo a dar vuelta por las piezas o el huerto, y los domingos por el monte, aunque sea cuesta arriba. Claro que algunas veces nos caemos o nos tropezamos con algún obstáculo, de lo que resulta que el médico de cabecera debe asegurarse si se trata o no de una rotura y, en consecuencia, te manda a hacer placas de rayos X a Tafalla que, aunque está más cerca, entre ir, esperar, sacar fotos y volver, no te quita nadie de dos horas, o, dicho de otra manera, que la mañana ha volado con el consiguiente descuento en nómina para quien aún la tenga.

        También protestamos menos y, cuando nos decidimos, no nos hacen mucho caso porque somos pocos y, en democracia, cada persona vale igual que otra, o sea, un voto, viva donde viva, sea listo o tonto, guapo o feo, rico o pobre, de derechas o de izquierdas.

        Caso de que alguien de los que mandan leyera esto y decidiese poner algún tipo de remedio o compensación, yo y muchos como yo se lo agradeceríamos, que los tiempos no están para bollos ni para gastos tontos. Nosotros se lo compensaríamos en las fiestas del pueblo.

        No se me escapa que es mucho pedir y, seguramente, discriminatorio, pero cosas más difíciles se han visto explicadas y justificadas y nadie se ha dado por aludido.

          En espera de sus noticias.

        

Mis disculpas, presidenta

        Recibí con la suficiente antelación su amable misiva para asistir al acto de homenaje y reconocimiento que me hacía personalmente, junto al resto de funcionarios y empleados de la Administración de la Comunidad Foral que habíamos concluido nuestro servicio activo durante el año 2.013. En ella decía que la culminación de toda una vida de trabajo, de dedicación responsable y continuada al servicio de Navarra merecía un gesto de gratitud, finalidad esencial del acto.

        Me adjuntaba una serie de indicaciones sobre los acompañantes que podía llevar, la confirmación previa de mi presencia, los controles de acceso que debería superar, los obsequios personales que recibiría (insignia del escudo de Navarra y diploma), la presencia de un fotógrafo profesional para inmortalizar el momento de la entrega, mi deseo expreso de que el diploma estuviera escrito en castellano o en vascuence, y la constancia de mi incapacidad física (si fuera el caso) para ser atendido en condiciones. Si no podía asistir, los obsequios se encontrarían a mi disposición en la oficina de la Sección de Protocolo.

        Eché de menos que nada se decía de la vestimenta, e imaginé que sería por lo ocurrido el año anterior con unos desaprensivos que asistieron con camisetas reivindicativas de no sé qué les habían recortado, o que les quedaba corto, o algo parecido. He de señalarle que yo no soy de esos que gritan, arman broncas con cualquier excusa y no respetan a la Autoridad. El que no quiera ir que no vaya, y ya está.

        Agradecí su invitación, almibarada con la vanidad de que por fin iba a ser homenajeado. Casi nada lo del ojo, después de tantos años trasteando con alumnos, inspectoras, madres y ciudadanos de todo pelaje y condición. ¡Qué menos! Sin embargo, a los pocos días, me llegó una citación del Hospital de Navarra para realizarme un TAC, con mi consentimiento firmado desde agosto último, casi a la misma hora que el homenaje.

        Pesé y sopesé pros y contras, porque las dos no podían ser. Con más que pesar, que para mí se queda, opté por mi salud. La insignia y el diploma ya los recogería en otro momento, pero, si no me presentaba en el TAC, corría el riesgo de volver a la lista de espera y morir en el camino, lo que no era plan. Me alié con el refranero y prioricé la salud.

        Como estoy seguro, Sra. presidenta, que me echaría de menos y, dado que no he tenido oportunidad de presentar personalmente mis disculpas porque siempre me contestaban que andaba ocupada, me he decidido por escribirle en un medio público porque, aunque suene paradójico, le llegará con mayor rapidez.

        Esperando acepte mis disculpas.

        P.D. En la foto del periódico quedaba todo muy bonito.

        

domingo, 17 de agosto de 2014

A modo de introducción


        No obedecen a ninguna pretensión ni se esconden tras motivos inconfesables éstos, vamos a llamarlos así, artículos de opinión, a no ser que respondan a la necesidad que, cada vez más agudizada cuanto menos tiempo queda, burbujea de expresarse sobre todo lo que a uno le parece oportuno de lo que le rodea, ve o le cuentan.

        Los primeros son Cartas al director remitidas por diversos motivos y publicadas, mutiladas o no, por los responsables de esos medios de comunicación. Están en su derecho pues, al fin y al cabo, se trata de periódicos de titularidad privada que dejan intervenir, o no, a quien se invita solito o se entromete sin más. A veces, se han publicado con signos identificadores, (...), de que determinadas partes han sido suprimidas del original; en otras ocasiones, se han cercenado sin señalar nada; en alguna, se han cambiado los títulos; finalmente, una exigua minoría ha tenido el honor de aparecer tal cual.

        Diario de Navarra y Diario de Noticias responden a vocaciones e intereses diferentes y nadie puede llamarse a engaño por mal que sienten las mutilaciones. Así, ha sucedido que alguna ha sido impresa sin rectificaciones en un periódico, en tanto que en el otro ni siquiera ha merecido entrar en la rotativa. De éstos ya publicados, indico las fechas, dónde han aparecido y si lo han sido íntegramente o no.

        Mis disculpas, presidenta se publicó en Diario de Noticias el 19 de febrero y en Diario de Navarra no apareció. ¿Cuánto cuesta la sanidad gratuita? se publicó el 25 de mayo en Diario de Noticias y en el otro, res de res. La zona básica de salud de Peralta apareció con varios cortes en Diario de Navarra el 21 de junio, y en el otro ni con cortes ni sin cortes. La factura de la luz tuvo mejor suerte y apareció en los dos, los días 17 y 21 de julio, con cortes en Diario de Navarra, pero poniéndole un dibujo muy mono. Santiago, patrón de España se publicó en el Noticias el 24 de julio y el 26 en el Navarra, aunque en éste con cortes y cambio de título. Finalmente, Por el mar corren las liebres, de momento ha salido en Diario de Navarra con cambio de título y cortes.

         Procuraré que la periodicidad gire en torno a los quince días, lo que no quita para que se convierta en mayor o menor. Como decía Ortega: Yo soy yo y mi circunstancia. Y tengo claro que no soy una motobomba
       

       

jueves, 14 de agosto de 2014

Por el mar corren las liebres.

La semana pasada andaba yo tranquilamente por la calle cuando me paró un amigo. De sopetón, me lanzó que aún se estaba riendo, a lo que, claro, le pregunté por qué. Con los ojos brillante y acuosos que da la risa, me miró y contestó que acababa de ver el Telediario y le había dado mucha risa, mas que otras veces. Llegó incluso  a citarme frases e ideas, las que concluí que mi amigo había sobrepasado su límite de elasticidad, es decir, que se había roto.

Listo como es, me adivinó la intención y se apresuró a sacarme de dudas, osea, que no me preocupara, que estaba bien, que no tenía fiebre ni deliraba, que no sufría de paranoia, que, en resumen, se sentía y estaba cuerdo. Repitió que no le pasaba mas que lo de la risa. Medio me convenció, aunque volví a titubear cuando me invitó a un café y se puso a cantar aquello de 

        Ahora que estamos solitos
        vamos a contar mentiras...
        Por el mar corren las liebres,
         por el monte las sardinas...

Finalmente, menos mal, enlazó todo el discurso, contando que el motivo de su estado de humor, hilarante y hasta laxante, provenía de las declaraciones del gobierno antes de tomarse las merecidas vacaciones de agosto. A partir de ahí, no dudé, conecté con mi colega y me sentí solidario, pero no me dio por reírme. Lo intenté pero fue que no. Cada uno es como es.

Por el contrario, me sumí en reflexiones como que en los cuarenta años que podía recordar nunca había vivido semejante crisis de confianza en el gobierno, en las instituciones y hasta en el paisanaje. Las reglas del juego se tambaleaban o, quizás, eran las de siempre, por mucho que algunos hubiéramos creído que habían sido puestas en solfa. Ahí estaban el cada uno para su sí, la ley del más fuerte, la jungla de asfalto, a ver cómo te engaño y no me engañas, los tontos no se hacen ricos, los pobres están para lo que están...

En mi ingenuidad permanente, comprendí que todo seguía igual, que las reglas se habían adornado o disfrazado, que se les había dado un aire de modernidad, que se les había cambiado la camisa al estilo de las serpientes, pero que los retoques se habían trazado para mantener todo como siempre. 

El gobierno se pavoneaba con declaraciones triunfalistas de que, por fin, la crisis se estaba terminando, que íbamos a ser el asombro de Europa y del mundo entero, que se nos iba a recompensar por lo bien portados que habíamos sido aguantando los recortes y los rescates. De pasada, mencionaban la sanidad, la educación, los bancos y las cajas, los desahucios, los comedores sociales, el desempleo, la precariedad... Todo volvería a ser como antes, mucho mejor que cuando gobernaban los otros, porque nos lo habíamos merecido. Habíamos sufrido y, ahora, tocaba recoger.

Mi amigo no paraba de troncharse mientras yo cavilaba. Se preguntaba de qué país estaban hablando, si el de la locomotora alemana o el del locomontoro de aquí, ese ministro que hablaba con esa sonrisa ten suya entre hiena y hurón. Mi amigo quería emular a los alemanes, aunque muchos fueran luteranos, porque, para mas inri, habían ganado el mundial de fútbol y, además, en otro continente, la primera vez en la historia. Decía que lo habían conseguido basándose en los principios de siempre, los que proclamaban que donde estuviese un buen consejo de administración que se quitasen las asambleas, con las que no se lograba mas que perder tiempo y energía. 

Procedía, pues, grabarse bien grabado que lo primero es uno mismo y, para acompañar, el copón de la baraja y su hermanico. Lo demás, sandeces. No cabía sino dar la enhorabuena y las gracias a quienes nos habían conducido en semejante trance. Nos iban a devolver los caramelos que nos habían quitado, no sin poner en los envoltorios, con letras bien claras y dibujos llamativos aquello de 

        Trabaja, niño, no te pienses
        que sin dinero vivirás.
        Junta el esfuerzo y el ahorro,
        ábrete paso, ya verás
        cómo la vida te depara
        buenos momentos, te alzarás
        sobre los pobres y mendigos
        que no han sabido descollar...

        La vida es lucha despiadada,
        nadie te ayuda si no das.
        Y si tú solo no adelantas
        te irás quedando atrás.
        Anda, muchacho, dale duro,
        la tierra toda, el sol y el mar,
        son para aquellos que han sabido
        sentarse sobre los demás...

        Me lo decía mi abuelito,
        me lo decía mi papá...

No tenía más remedio que darle la razón a mi amigo. Pese a todo, me quedaba la duda de por qué costaba más tiempo hacerse culto que rico, siendo que esto último era lo más importante. Me permití dedicarle algún rato perdido. Si no, ya le preguntaría a algún consejero o al párroco.