Hablaba uno de estos días con un
compañero de barra y otras aficiones sobre los libros y películas que habían
conformado nuestra juventud y supuesta madurez. De tanto en tanto, coloreábamos
el ambiente con canciones por lo bajo que a cada uno nos traían recuerdos
parecidos y distintos.
Un buen rato después, tras unas cuantas
inspiraciones profundas que se metían en recovecos olvidados, entroncamos con
el presente para evitar males mayores.
Mi colega de memorias me dijo que
Arantxa Iturbe dejó escrito en un cuento que a María el primer hombre le
destrozó el corazón; el segundo, los dientes; y el tercero, el coche nuevo. A
José, la primera mujer le robó el corazón; y la segunda, todo el dinero de la
cuenta corriente.
Así que María pensó que vivir con un
hombre que no te va a romper nada es estar cerca de la felicidad. José pensó
que encontrar una mujer que no te va a robar nada es suficiente para ser feliz.
Concluimos, pues, que cada uno es hijo
de su historia y ni los hijos ni las historias pueden intercambiarse, aunque se
parezcan mucho. Que quien más quien menos se ha sentido exhausto, débil y
vulnerable. Que ha sufrido humillaciones que le han conducido a la mediocridad,
a perder la fe, a sentirse estancado, angustiado y solo.
Por mi parte, me encuentro entre los
que han querido dormir y que los abracen, que los perdonen y que les devuelvan
la confianza. Me siento entre los que han deseado y siguen queriendo que les
cuenten un cuento. Es bastante para ser feliz.
Juan Manuel Campo
Vidondo