No se exigen requisitos especiales para
conseguir la licenciatura, incluso el doctorado, en esta materia de
conocimiento, salvo, claro está, demostrar una cierta asiduidad y ser cumplidor
con lo que se tome. Tampoco se precisa matrícula, ni libros de texto, ni
fotocopias, ni los materiales complementarios habituales en otras áreas.
Voluntad, ganas de participar y
espíritu público. Con esas tres actitudes se puede pontificar de todo cuanto se
oiga, se publique o se le ocurra a uno mismo: política local, regional y
nacional, deportes, obras públicas, educación, sanidad, toros, medio ambiente…
Nada queda fuera del ámbito opinable, aunque disertar sobre las capacidades y
competencias de los pilotos espaciales y conductores de submarinos es terreno
altamente especializado y no se atreve cualquiera. En estos días, se lleva
mucho el asunto de elecciones y el de
corrupciones diversas, adornados con adjetivos descalificativos de
amplia gama.
La competencia se va adquiriendo con
los años, se decanta como el posillo del café, se agudiza con el vino y la
cerveza y brilla con luz propia con el gin tonic y los cubatas.
Se requiere mayoría de edad, y también
conviene un cierto dominio de las cuatro reglas, algo de geografía y gramática,
mucho decir perdona cuando se
interrumpe al otro, y alguna que otra invitación en la barra caso de disputa
enconada. Poco más. A ser posible, manejo de Internet con móvil, para aclarar
etimologías de palabras, distancias entre ciudades, medidas de lo que sea y, en
definitiva, cualquier concepto que surja y no quede suficientemente claro para
todos los intervinientes. Pese a todo, no es imprescindible.
El número de ponentes y componentes de
cada foro es variable, pero no se recomienda que pase de cinco o seis porque
los discursos se interfieren y terminan resultando poco claros y hasta
confusos. Esto, sin embargo, no invalida que cualquiera de los presentes se
incorpore al mismo, habida cuenta que el bar es de todos y confiere derechos de
uso.
No obstante, debe señalarse que el
advenedizo ocasional puede tener suerte o no, es decir, ser admitido como uno
más o ser tratado despectivamente, lo que lleva casi inevitablemente a
conclusiones no deseadas.
En ocasiones, la rigurosidad en los
planteamientos deja que desear e intenta compensarse con firmeza, apostura y
argumentos de autoridad. Lamentablemente, aunque no habitual, pueden saltar a
la palestra advocaciones ad hominem, siempre
desagradables en sí mismas y por cuanto conllevan de malas caras y despistar el
asunto central del debate.
Hay que señalar que se aprende más si
las ponencias tienen lugar en día de fiesta y con preferencia de las tardes a
las mañanas. La experiencia demuestra que en tales circunstancias las ideas
aparecen con mayor fluidez y consistencia.
El tono, timbre y dicción de los
protagonistas tiene su importancia en el desarrollo de los temas. Así, por
ejemplo, la voz débil y aflautada suele convencer menos que las graves y
sonoras.
Con lo dicho, y con decir aquí estoy porque he venido, a triunfar.
No hay más que verlo. Pásese por el que tenga más a mano y lo comprobará por sí
mismo. No tenga miedo a que le suspendan. La cátedra acostumbra a ser generosa,
por lo menos al principio. Caso de ser tímido, ejerza de oyente. Tiempo no le
faltará para ejercitar con derecho. Como he leído por algún lado, es la vida
misma con la que se encontrará, sin ensayos, a pelo. De hecho, las variantes
son pocas y más de forma que de fondo.
¡Ánimo y suerte!
Juan Manuel Campo Vidondo
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