Cada dos por tres aparece en los
medios de comunicación enjundiosos artículos a favor y en contra del Canal de
Navarra.
Por un lado, se defiende que el agua es
vida, que es riqueza biológica y económica, que el binomio Itoiz-Canal da
solución a las necesidades de agua de Navarra, de manera especial a la Ribera,
que favorece el equilibrio territorial, propicia el impulso industrial y
garantiza la producción agrícola, que es, en definitiva, un bien estratégico.
Por otro lado, se argumenta que se ha
hecho de forma ilegal e injusta, sin información ni participación pública,
manipulando las leyes, sin planificación democrática ni estudios de viabilidad
económica, medioambiental y social, despilfarrando dinero público para
beneficio privado. Se ha dicho que es la mayor barbaridad cometida en nuestro
territorio contra el medio ambiente y las personas, que es una falta de
decencia decir que sin el agua la Ribera sufrirá una catástrofe.
Por los pagos por donde me muevo, que
son Peralta y sus alrededores, lo que oigo es que las lavadoras, lavavajillas,
calentadores, y todo lo que utilice agua de red, tienen cal hasta en los
intestinos, igual que las personas humanas. Oigo que nos cuesta una pasta gansa
cambiarlos de tanto en tanto, porque se obturan y no funcionan. Lo mismo le
pasa a las cisternas del retrete y se dice que, a este paso, no vamos a poder
desaguar ni la mierda de nuestros fatigados sistemas digestivos. También se oye
que se va a pedir al Centro de Salud que haga una estadística de las
enfermedades gastrointestinales y las compare con otras zonas de esta
desvertebrada Navarra.
A mí se me ocurre que, si viene el agua
a peso, no nos hará falta impulsarla con electricidad y podremos ahorrar algo,
que tal y como van los tiempos no es para tomárselo a risa. Eso si al ministro
o consejero correspondiente no se le ocurre ponerle algún impuesto especial,
como el que el ministro Soria le colocó al Sol. Todo se andará.
Juan Manuel Campo
Vidondo
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