Todos los días a vueltas con lo mismo: que si
nuevas elecciones, que si no. Ya uno se cansa, no se está para estos trotes. A
mis años, desde mi pensión recién estrenada, lo que me da por pensar es que si
los partidos tienen que pactar, que pacten, si tienen que ceder, que cedan.
Como decían los romanos: Do ut des,
es decir, doy para que des. Es lo que se ha votado, es lo que ha salido, es que
lo que se quiere, guste o no.
Uno se aburre ya de que los programas
partidistas sean lo más parecido a los textos sagrados, que no se pueden tocar
sin acusaciones de anatema, de traición, de cobardía. Recuerden los partidos
que son eso, partidos, y uno, o sea yo, pues uno, cada uno con nuestra
representación mental, que convive, quiera o no, con la de al lado.
Tomen como ejemplo al cuatripartito
navarro: se votó, se sentaron, acordaron unos cuantos centenares de asuntos y,
entonces, dijeron que podían gobernar. Y ahí están. Y el mundo no se ha venido
abajo, ni han tocado las trompetas de la destrucción apocalíptica.
Los de a pie nos acomodamos a lo que nos
echen por necesidad, por convicción o a la fuerza. Pasamos por los pasos de
cebra, limitamos la velocidad, pagamos los impuestos, vemos el fútbol y la
televisión, trabajamos si podemos… Darwin decía aquello de que sobrevive quien
mejor se adapta, no el más inteligente. Es lo que hacemos los de base porque
tenemos el talento que tenemos. Pero no se pasen ustedes, los dirigentes, de
listos ni de ortodoxos. No esgriman por
aquí no paso. Tampoco yo me llevo bien con la vecina, y ya ven.
No vale decir que no valen las
elecciones. Lo que están soltando es que no les han gustado, que querían más.
Mi vecina mencionada masculla lo mismo, y yo mismo, algo parecido. En el bar ni
les cuento lo que se deja caer, y ya ven.
Al parecer, queda mucho resabio
dictatorial de ordeno y mando, mucho de pureza doctrinaria a lo inquisidor,
mucho de absolutismo ideológico. Sin embargo, no da la impresión de ser mala
eso que llaman relatividad. Einstein demostró su validez y se hizo famoso. A
ver si ustedes, conductores, van a pasar a la historia no por puros sino por
otra cosa que me callo por si acaso.
¿Repetimos? En principio, sólo se
repite cuando gusta y, aun así, llega a cansar. Si repetimos y no vuelve a
gustar, ¿volveremos a repetir? ¿Cuántas veces? ¿Hasta que mande el dueño del
balón?
Si lo comentase en mi cuadrilla, ya me
habrían corrido a boinazos, por melón y por canso. Una vez, de encimero, hice
notar que debían repetir la partida de mus porque se habían equivocado al
contar los tantos. Me pusieron a caer de un burro, peor que un pial. Prefiero
no acordarme.
Señores dirigentes, no lo echen en saco
roto. Un voto es un voto. Con el de mi vecina, dos. Si hubieran sumado más no
estaríamos en éstas.
Salud.
Juan Manuel
Campo Vidondo
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