Fui uno de los alumnos que hace cincuenta años
inauguraron el instituto de Marcilla, que por entonces no era instituto ni se
llamaba Marqués de Villena, sino que
se denominaba Colegio Libre Adoptado Virgen
del Plu. Por aquellos años lo de las vírgenes se llevaba mucho y en Navarra
no había más que dos institutos: el Ximénez
de Rada para chicos y el Príncipe de
Viana para chicas. Lo demás eran apéndices consentidos y tutorados por la autoridad
central de Pamplona.
Del profesorado me vienen a la memoria
la directora Gabriella Allegro, siempre con bata blanca imponiendo un dominio
férreo en aulas y pasillos, lo contrario de Vicente Goldáraz que nos trataba a
todos como si fuéramos sus hijos. También recuerdo a Guillermo Alonso del Real
y su cara granítica y a una profesora de Caparroso que nos daba historia. Ésta,
más bien pequeña, aparecía con faldas y algunos de nosotros le pedíamos que
escribiera bien alto en la pizarra porque así al estirarse se le subían un poco
por las piernas.
Nunca había estado con chicas en clase
y la verdad es que al principio no fue fácil la convivencia, entre otras cosas
porque daba mucha vergüenza no saberse las lecciones y que se rieran de uno o
sólo se sonrieran con aire de suficiencia, lo que aún caía peor. El tiempo y la
costumbre fueron haciendo que las relaciones mejoraran e incluso se
convirtieran en gratificantes.
Había clases por la mañana y por la
tarde, con un espacio de una a cuatro para comer en la Flora o en otros bares y luego ponernos a jugar al mus como los
hombres, que para eso me había comprado mi madre pantalones largos.
De los alumnos, nunca se me olvidará
Carmelo Cólera porque, además de buena persona, se había fabricado un coche con
cuatro ruedas, volante y chasis de hierro y madera, que funcionaba de verdad y
todos nos queríamos montar para que nos diera una vuelta.
También recuerdo a Arcadio Corujo, que
tuvo el honor de ser el primer expulsado por fumar. Eso le proporcionó cierta
aureola de heroicidad, que él aprovechó hábilmente para mejorar su fama y
ligar.
De las asignaturas, todavía soy capaz
de recordar el rosa/rosae, si bien he
de reconocer que las incógnitas de las matemáticas aún siguen siendo un
misterio y que la Física nunca me entró. Yo era más bien de letras, y llegué a
participar en los concursos de redacción de Coca
Cola, la verdad que sin éxito. No puedo dejar de decir que me parece que
estaba un poco enchufado porque como era el que más corría del instituto todos
me trataban bien.
De aquel año llevo grabado que fue la
primera vez que una chica me dijo que le gustaba, pero yo no sabía qué hacer
con aquello, me sobrepasaba. Bien mirado, me parece que no he cambiado demasiado.
Esto y más cosas me pasaron en aquellos
años en Marcilla, como la del ofrecimiento que un profesor del centro nos
propuso, a mí y a tres más, para que le pincháramos las ruedas del coche a un
catedrático de Formación del Espíritu Nacional, venido de Pamplona a supervisar
los exámenes y con el que había tenido diferencias de criterio. La
gratificación fue de 100 pesetas. Supongo que ya habrá prescrito.
Juan Manuel Campo
Vidondo
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