¿Podemos o no
podemos?
¿Qué ha
hecho Podemos? ¿Qué pecado han
cometido? Se les acusa de populistas, de hacer soflamas, se les critica que una
cosa es hablar y otra gobernar, se les pasa por los morros que no dominan los
entresijos del poder, se les echa en cara que no están preparados ni son
profesionales, que, encima, son demasiado jóvenes, que ya aprenderán… Se les
dice todo lo que a cualquier esgarravispras se le ocurre.
Podemos se ha atrevido a entrar en el
Sancta Sanctorum de los partidos dominantes, no ha hecho caso a las
recomendaciones de calma y paciencia, de que ya se arreglará, que se predican
desde cualquier tribuna política. Se ha posicionado en las antípodas del PP,
que siempre ha tomado la política, en especial el poder, como su derecho
exclusivo, su cortijo particular, su solar patrio. Desconfía también del PSOE,
que dice una cosa, promete una alternativa, y, luego, se pliega a la política
que llama real. Tampoco tiene nada claro Podemos
que la izquierda no tenga más que una vía.
Podemos se pone del lado de los
desahuciados, de los violentados por la crisis, de los pobres, de los que nunca
han sido nada, y les ofrece dignidad, honradez, claridad y transparencia. Se
siente harto de un sistema que profundiza las desigualdades, que idolatra la
tiranía del dinero. Le da asco la política de siempre, detesta la corrupción,
cree en la democracia, en el individuo real y solidario. A cambio, recibe como
respuesta que se peine bien y guarde las formas.
Podemos recoge descontento, indignación,
hartazgo de prepotencia y desigualdad. Se hace representante de los
desposeídos, de los parias de la tierra.
Cree que la democracia se hace, se conquista, se trabaja, y lanza sus ideas
entre los desencantados, los cabreados, los impotentes ante tanta canalla sin
muestra de arrepentimiento. Lucha contra la resignación y reclama humanismo y
razón. Huye de un futuro de competición egoísta, cruel, en el que la mentira y
el engaño no puedan prosperar. Entona su canción de utopía posible para que sea
entonada por los adversarios de la estafa.
Los
políticos al uso se reirían de ellos, o no les harían ni caso, si no fuera porque reciben votos, muchos
votos. Es lo único que ha hecho que los gobernantes y aspirantes a gobernantes
cojan miedo, de modo que se ha hecho preciso descalificarlos, anatematizarlos,
excomulgarlos con lo primero que se les ocurre. Por ejemplo, les dicen vendidos
al oro venezolano en tanto que no acaban con los paraísos fiscales, las
ingenierías financieras fraudulentas, la especulación codiciosa o acometen de
una puta vez la reforma del sistema fiscal.
Por mucho
que al PP le pueda favorecer electoralmente, no perdonan el estilo; no se
perdona a los advenedizos, no se perdona a quienes plantean los asuntos fuera
del redil, no se perdona a quienes acusan a los que siempre han estado.
Reivindican que la política es para los que saben, para los profesionales, no
para la gente de la calle ni de la universidad. Los maestros a la escuela, a
enseñar, que es lo suyo.
Podemos, por mucho que se les ataque de
extremistas, radicales, antisistema, amigos de etarras y otras lindezas, no
deja de ser un movimiento de izquierda, al menos en parte. De modo que ojo a
quienes se dicen de izquierdas: el PSOE debe demostrarlo en los tiempos que
corren; IU que eche cuerda a mojo. Podemos
puede que se estrelle en la política diaria o que el aterrizaje sea
dificultoso. También puede que no.
Pase lo que
pase con su futuro, los simpatizantes y miembros de Podemos
deben tener claro que en los pueblos las políticas aterrizan a nivel de calle
con menos transiciones y cortapisas que en los núcleos más grandes, que no se
hace política nacional, sino local, que las propuestas y alternativas de
actuación han de ser rastreadas, pensadas, atomizadas, trabajadas y seguidas
durante mucho tiempo hasta que llegan a ver luz, si es que llegan; que no basta
con el corazón y las ganas, sino que hay que incorporar tesón y coraje, que el
contexto de actuación es muy concreto y no vale irse por los cerros de Úbeda.
No está de
más recordar que en los 88
kilómetros cuadrados de nuestra jurisdicción municipal
de Peralta, UPeI no es el enemigo, no representa a la casta. Su trayectoria
desde las primeras elecciones democráticas en 1979 lo avala. UPeI no necesita
demostrar quién es, quiénes la conforman, a quiénes representan y por quiénes trabajan. No se dan
carnets ni patentes de corso a los afiliados y simpatizantes. Los elegidos
responden ante el Consejo, ante la Asamblea y, finalmente, ante sus votantes y
el resto del pueblo. Es un camino trazado desde hace muchos años y del que no
va a salirse. No entiende la política de otra forma que como servicio público.
Y tiende la mano a todo aquel que quiera sumarse a ese proyecto ético que no
cambia legislatura tras legislatura, sin dobleces, sin máscaras.
Como decía
el poeta, arrieros somos y en el camino nos encontraremos.
Juan Manuel Campo Vidondo
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