viernes, 17 de octubre de 2014

¿Podemos o no podemos?

        ¿Qué ha hecho Podemos? ¿Qué pecado han cometido? Se les acusa de populistas, de hacer soflamas, se les critica que una cosa es hablar y otra gobernar, se les pasa por los morros que no dominan los entresijos del poder, se les echa en cara que no están preparados ni son profesionales, que, encima, son demasiado jóvenes, que ya aprenderán… Se les dice todo lo que a cualquier esgarravispras se le ocurre.
        Podemos se ha atrevido a entrar en el Sancta Sanctorum de los partidos dominantes, no ha hecho caso a las recomendaciones de calma y paciencia, de que ya se arreglará, que se predican desde cualquier tribuna política. Se ha posicionado en las antípodas del PP, que siempre ha tomado la política, en especial el poder, como su derecho exclusivo, su cortijo particular, su solar patrio. Desconfía también del PSOE, que dice una cosa, promete una alternativa, y, luego, se pliega a la política que llama real. Tampoco tiene nada claro Podemos  que la izquierda no tenga más que una vía.
        Podemos se pone del lado de los desahuciados, de los violentados por la crisis, de los pobres, de los que nunca han sido nada, y les ofrece dignidad, honradez, claridad y transparencia. Se siente harto de un sistema que profundiza las desigualdades, que idolatra la tiranía del dinero. Le da asco la política de siempre, detesta la corrupción, cree en la democracia, en el individuo real y solidario. A cambio, recibe como respuesta que se peine bien y guarde las formas.
        Podemos recoge descontento, indignación, hartazgo de prepotencia y desigualdad. Se hace representante de los desposeídos, de los parias de  la tierra. Cree que la democracia se hace, se conquista, se trabaja, y lanza sus ideas entre los desencantados, los cabreados, los impotentes ante tanta canalla sin muestra de arrepentimiento. Lucha contra la resignación y reclama humanismo y razón. Huye de un futuro de competición egoísta, cruel, en el que la mentira y el engaño no puedan prosperar. Entona su canción de utopía posible para que sea entonada por los adversarios de la estafa.
        Los políticos al uso se reirían de ellos, o no les harían ni caso,  si no fuera porque reciben votos, muchos votos. Es lo único que ha hecho que los gobernantes y aspirantes a gobernantes cojan miedo, de modo que se ha hecho preciso descalificarlos, anatematizarlos, excomulgarlos con lo primero que se les ocurre. Por ejemplo, les dicen vendidos al oro venezolano en tanto que no acaban con los paraísos fiscales, las ingenierías financieras fraudulentas, la especulación codiciosa o acometen de una puta vez la reforma del sistema fiscal.
        Por mucho que al PP le pueda favorecer electoralmente, no perdonan el estilo; no se perdona a los advenedizos, no se perdona a quienes plantean los asuntos fuera del redil, no se perdona a quienes acusan a los que siempre han estado. Reivindican que la política es para los que saben, para los profesionales, no para la gente de la calle ni de la universidad. Los maestros a la escuela, a enseñar, que es lo suyo.
        Podemos, por mucho que se les ataque de extremistas, radicales, antisistema, amigos de etarras y otras lindezas, no deja de ser un movimiento de izquierda, al menos en parte. De modo que ojo a quienes se dicen de izquierdas: el PSOE debe demostrarlo en los tiempos que corren; IU que eche cuerda a mojo. Podemos puede que se estrelle en la política diaria o que el aterrizaje sea dificultoso. También puede que no.
        Pase lo que pase con su futuro, los simpatizantes y miembros  de Podemos deben tener claro que en los pueblos las políticas aterrizan a nivel de calle con menos transiciones y cortapisas que en los núcleos más grandes, que no se hace política nacional, sino local, que las propuestas y alternativas de actuación han de ser rastreadas, pensadas, atomizadas, trabajadas y seguidas durante mucho tiempo hasta que llegan a ver luz, si es que llegan; que no basta con el corazón y las ganas, sino que hay que incorporar tesón y coraje, que el contexto de actuación es muy concreto y no vale irse por los cerros de Úbeda.
        No está de más recordar que en los 88 kilómetros cuadrados de nuestra jurisdicción municipal de Peralta, UPeI no es el enemigo, no representa a la casta. Su trayectoria desde las primeras elecciones democráticas en 1979 lo avala. UPeI no necesita demostrar quién es, quiénes la conforman, a quiénes  representan y por quiénes trabajan. No se dan carnets ni patentes de corso a los afiliados y simpatizantes. Los elegidos responden ante el Consejo, ante la Asamblea y, finalmente, ante sus votantes y el resto del pueblo. Es un camino trazado desde hace muchos años y del que no va a salirse. No entiende la política de otra forma que como servicio público. Y tiende la mano a todo aquel que quiera sumarse a ese proyecto ético que no cambia legislatura tras legislatura, sin dobleces, sin máscaras.
        Como decía el poeta, arrieros somos y en el camino nos encontraremos.

                           Juan Manuel Campo Vidondo


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