domingo, 14 de diciembre de 2014

El asco indecible

        Desconozco la tirada de este libro, El asco indecible, (Miguel Sánchez-Ostiz), publicado en 2013, pero no habrán sido muchos ejemplares y, menos aún, quienes lo hayan leído. Sin embargo, desde mi más que limitado punto de vista, debería ser objeto de comentario de textos en los institutos de secundaria, por lo menos en los públicos.
        Sus páginas son lecciones de historia comprimida en frases que definen este comienzo del siglo XXI, sentimientos que arrancan desde lo más íntimo y planean sobre la cruda realidad que se vive, difícil de comprender en el futuro. Los arqueólogos se extrañarán que sociedades así fueran posibles. Pero eran, ya lo creo.
        El asco indecible equivale a repulsión, cansancio, aburrimiento, pena indefinible, repugnancia insoportable. ¿Quién dijo que la evolución humana tenía sentido? Este desgraciado siglo nos demuestra lo contrario: no lo tiene, y, caso de que así sea, no es el que se esperaba. Unos ejemplos:
        1.- Yo hablo, tú escuchas, al final  me aplaudes, luego acatas y, sobre todo, me desapareces de escena, ¿eh, estamos, chato?... ¿O prefieres que llame a los antidisturbios?
        2.- Los españoles son ratas de laboratorio: a ver cuánto castigo toleran sin rebelarse. Nos falta cohesión frente al enemigo común.
        3.- Las democracias europeas han descubierto que la democracia no era necesaria, pero sí el estado policíaco sin el que no se sostendrían la banca ni las tramas financieras. Estamos aquí para pagar por todo.
        4.- De la misma manera que hay una salud para ricos y otra para pobres, hay una justicia idem. Es del dominio público. No necesita pruebas. Si se requieren, no hay sino presentar las tasas judiciales de Gallardón.
        5.- El verdadero problema es un estilo de vida y de hacer política sin otro objetivo que entender la cosa pública como negocio privado. Insultar a unos ciudadanos elogiando a otros es un rasgo de la marca España, un estilo.
        Estas frases son un muestrario, cuentas de un rosario de misterios dolorosos, una manita de las del fútbol, un anticipo de la paga mensual. Deben entenderse como aperitivo para abrir boca, estimular los ácidos y sentarse dispuesto a comerse lo que le pongan, sin reparos.
         Es lo que se encontrará en las páginas del libro, que, de buen o mal sabor, ácidas o amargas, le hablarán de autoritarismo, represión, rebelión, servicio, peligro, solidaridad, abusos, maltratos, muerte, desigualdad, indignación, furia, insultos, pobreza, miedo, esclavitud, libertad, fuerza, olvido, memoria, degradación, arrogancia, cohesión, convivencia, privilegio, ruptura, competición, mando, obediencia, sospecha, control, indiferencia…
        Cada uno es muy libre, si tiene tiempo y ganas, de cocinarlas a su forma y manera, a su gusto, con su toque personal, con perejil o sin él. Haga el plato como se le antoje y sepa, pero no olvide que sólo incorporará matices porque los ingredientes se los venden en la tienda, le guste o no, y la comida en solitario, a lo individual, es fría, aburrida, sin gracia.

                             Juan Manuel Campo Vidondo



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