miércoles, 18 de febrero de 2015

¿Podemos con la democracia?

        Podemos por aquí; Podemos por allí; Podemos por acá; Podemos por allá. Todo el mundo que se precie habla de Podemos: para alabar, para criticar, para ensalzar, para denostar, para no hablar del tiempo, para cambiar de conversación, para matar el rato, para todo lo que se tercie.
        Se les trata de ingenuos e incautos. ¡Qué van a enseñar ésos! ¡Ya cambiarán! ¡Mira cómo les va a los griegos! ¡A mis años! Los demócratas de toda la vida, los reconvertidos y arrepentidos, los que se las saben todas, los miran decididamente mal. No pueden ni verlos. No les caen bien ni los que llevan coletas, ni los de gafas, que, para más INRI, son maestros. ¡Que se vayan a la escuela y se metan en sus cosas! ¡Listos, que son unos listos! ¡A mí no me la dan! Pasan de pedagogía y didáctica. Se saben la lección de carretilla.
        La república hizo escuelas porque el país estaba para lo que estaba y daba para lo que daba. Sin embargo, la democracia monárquica no ha hecho tarea pedagógica, tiene los deberes por hacer, y ahora resulta que vienen maestros para enseñar y no nos gustan que nos enseñen. No deja de ser un problema, porque no se puede enseñar a los enseñados.
        Pese a quien pese, la democracia tiene que ser enseñada porque no es natural. Lo natural es el dominio de los fuertes, el clan familiar y la tribu, creerse uno el centro, el prejuicio, el grito, el puñetazo, la ignorancia y la descalificación de porque sí.
        La mejor, casi la única, manera de enseñar la democracia es el ejemplo, y buena parte de los dirigentes políticos han hecho lo contrario, han incumplido las normas que ellos aprobaban. Los políticos no suelen ser de letras, sino de acción, de determinaciones contundentes, poco amigos de intelectuales y disquisiciones. Les gusta recordar que los primogénitos eran quienes heredaban las propiedades y los que venían detrás estudiaban, si podían y valían. La esencia del poder nunca ha estado en el saber.
         A muchos, la escuela democrática no les ha dado más que una capa de barniz, más gruesa o más delgada, según, la suficiente como para andar por casa. Para la mayoría, la democracia fue un traje nuevo, un regalo, no una conquista, y no se han preocupado ni poco ni mucho de transmitir los valores democráticos a las generaciones posteriores, así que éstas no tienen elementos comparativos.
        En conjunto, pues, no estamos entrenados y así no se puede competir, de modo que la pregunta es pertinente: ¿Podemos con la democracia?





                                  Juan Manuel Campo Vidondo
               


No hay comentarios:

Publicar un comentario