Que no lo entiendo, que me lo expliquen, que yo ya
me esfuerzo y es que no, que no alcanzo, que no llego, que a este paso se me va
a reforzar el síndrome de tonto, de mucho tonto, que en mi pueblo es más que
muy.
Que me digan bien clarito, si puede
ser, por qué no va Rajoy al debate dichoso ese si los otros tres van. Digo yo
que los jefes están para los momentos difíciles, para cuando hay que dar la
cara en nombre y representación, para las duras y las maduras, que para eso son
jefes y, si no, serían otra cosa. Aún me lo explico menos en un partido de
derechas, tan acostumbrados como nos tienen a Jefe, Guía, Conductor o Caudillo.
Pero no. El Jefe va y manda a la
Soraya. Que conste que no tengo nada en contra de ella, y hasta me cae
simpática después del bailoteo que se pegó ante las cámaras, tan improvisado y
tan bien que le salió, pero no es lo mismo, no es la Jefa. ¿O sí?
Porque, a ver, ¿qué tiene que hacer
Rajoy, el Gran Jefe, que sea más importante que acudir a dónde se consiguen
votos para ganar? ¿Meditar en la Gran Cascada al estilo de los kiowas? Yo, por
mucho que lo pienso, no se me ocurre nada. Y no me parece de recibo eso que han
dicho de problemas de agenda o de que son un equipo, o sea, que vale cualquiera
según el momento. De eso nada, el Jefe es el Jefe y no hay más que hablar. Casi
me hubiera creído más si nos hubieran dicho que le había tocado empadronar pingüinos
en el Mediterráneo, a propósito de la cumbre esa del cambio climático.
Dada mi perplejidad, agradecería una
explicación como para que yo la entienda, es decir, a nivel de pueblo, de
mayoría silenciosa, de andar por casa. Mi equilibrio mental y mi salud
democrática están en juego. En tanto espero la respuesta, que sé que llegará,
me quedo con lo de
Cobarde,
gallina,
Capitán de las sardinas.
Juan Manuel Campo Vidondo
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