viernes, 29 de julio de 2016

No estamos solos

        El Gran Wyoming ha escrito un libro en el que dice que no estamos solos en la lucha contra los que fabrican desigualdades y falsean la democracia, si bien nos previene que no es fácil porque el listón delictivo está muy alto, es decir, que hay mucho tajo, mucha tela que cortar.
        Parte de una idea ya conocida, cual es la doctrina del shock, que viene a significar que sembrando miedo entre la población se crea, se interioriza una indefensión que permite actuar al neoliberalismo con impunidad para privatizar, arrasar conquistas sociales y todo lo que se ponga por delante del mero individualismo. En resumen, que creando miedo se crea inhibición, desesperanza y, en consecuencia, inmunidad.
        Contra este estado, propone la doctrina del choco, que vendría a consistir en crear ilusión, alegría, cuestionar el poder, ponerlo patas arriba, reírse de él, en suma empoderar a la gente. De modo que, si la sociedad genera violencia o sumisión, de lo que se trata es de generar ludismo y creatividad.
        Pasa a hacer historia, recalcando que la Transición despolitizó a la sociedad, que se hizo de arriba hacia abajo con la amenaza y el miedo sobre la mesa. Ahora, lo que nos toca sería hacer autocrítica como sociedad, porque, simple y llanamente, nos hemos dejado engañar, y llegar a la conclusión de que, si no hacemos política, la harán en nuestro nombre.
        Según él, este sistema que fomenta la desigualdad lo que trata es de demostrar que todas las ilusiones de la izquierda no tenían sentido y que ha llegado el tiempo del sentido común, del que ha regido el mundo desde que es mundo. Se acabó el tiempo de los advenedizos y los intrusos. Los señores del dinero han vuelto a recuperar el terreno perdido.
        Ante esta situación, se plantea la eterna pregunta de ¿qué hacer?, y no responde con genialidades, sino con actitudes elementales, de andar por casa, al alcance de cualquiera: reivindicar el sí se puede, la idea de que el miedo ha de cambiar de bando, el uso del nosotros como forma de pensar y entender el mundo en sustitución del yo.
        Invita a reflexionar sobre la idea de que el miedo ha sido la gran arma del poder desde siempre, de manera que la primera condición para ser libres es perder el miedo. Plantearse de continuo ¿qué hacemos?, ¿qué estamos haciendo?, politizar el espacio público que deliberadamente se ha despolitizado, asumir la convicción de que la vida política se da en cada ámbito de decisión, de toma de palabra.
        Insiste una y otra vez en que la gente tenemos que espabilar y exigir calidad de vida, calidad de igualdad, calidad de sociedad del bienestar, calidad de dignidad, que no podemos dormir mientras nuestras camas están ardiendo, que pedir más libertad, más posibilidades, mejor reparto de la riqueza no son ideas del pasado ni utopías de psicópatas.
        La lectura del libro me dejó un eco de soledad y sentí que necesitamos nuestros poetas, nuestros artistas, nuestros filósofos. ¿Dónde están?


                                 Juan Manuel Campo Vidondo
                       



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