Parece que el PSOE, en su enésimo
ejercicio de regeneración, escaldado por los asuntos de los ERE,s, los falsos
cursos de formación, el dinero no declarado de algún dirigente histórico, el
escándalo de las tarjetas y vaya usted a saber si algo más, va a exigirse un
código ético.
En esos mandamientos morales se van a
prohibir los regalos en efectivo o en especie, los favores y servicios
cobrados, se renunciará a sobre sueldos, no se cobrará por asistencia a
tertulias, dar conferencias o impartir clases esporádicas…, siempre que no se
pase de 60 euros. Hasta ahí y no más.
A lo que se ve, esta cantidad se estima
módica, asumible, de andar por casa, políticamente correcta, suficiente para
cualquier objeto digno de la estimación con que se desea complacer. Que se
sepa, no ha trascendido por qué 60, y no 100, o 1000, o 10, o nada. Tampoco se
sabe de contactos con las tiendas de Todo
a cien.
A uno, en su cotidiana torpeza, no
le entra eso de que el código de conducta pueda medirse, aunque no niega ni por
asomo de las excelencias del metro, reconocidas por todos, salvo por los
británicos, que son como son, o sea, hijos de la pérfida Albión.
Un servidor cree más bien que se trata
de una cuestión de concepto y no de cantidad, para lo que se fundamenta, como
tantas veces, en nuestro castizo refranero cuando afirma aquello de que Sólo el necio confunde valor y precio.
Por si no queda claro, un ejemplo
puede ilustrar. Resulta que una señora de altos vuelos no se cansaba de repetir
a quien quisiera escucharla que no vendería su cuerpo por nada. Para probarla,
un caballero entrado en años, feo y tripudo, le ofreció una suma considerable a
cambio de que le otorgara sus favores. Ante semejante cifra, la señora
respondió que se lo pensaría. El caballero, sonriente y ufano, le hizo ver que
no le satisfacía hacerlo con una furcia, ramera, zorra, o como a bien tuviera
considerarse y definirse. Indignada, protestó de semejante trato. Sin
inmutarse, el caballero contestó que con las mujeres de esa clase sólo se
negociaba el precio, tal y como ocurría en el caso que los ocupaba.
¿Código ético? ¿Regalos por favores
políticos? ¿Cuantificaciones de la moral? ¿Adónde hemos llegado? Tantas
campañas de tolerancia cero para tantas cosas y en ésta se nos plantea un
número. ¿Acaso no puede plantearse el cero (0)? ¿Tanto chirría en los goznes de
lo políticamente correcto? ¿Tan acostumbrados andamos a la compra y venta?
Pese a todo, para que no queden dudas,
no me siento ningún moralista. Si alguien quiere algo de mí, que vaya aflojando
la cartera, que mi trabajo me cuesta. ¡Y sin recibís!
Juan Manuel
Campo Vidondo
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