viernes, 7 de noviembre de 2014

¿Y si son 61 euros?

        Parece que el PSOE, en su enésimo ejercicio de regeneración, escaldado por los asuntos de los ERE,s, los falsos cursos de formación, el dinero no declarado de algún dirigente histórico, el escándalo de las tarjetas y vaya usted a saber si algo más, va a exigirse un código ético.
        En esos mandamientos morales se van a prohibir los regalos en efectivo o en especie, los favores y servicios cobrados, se renunciará a sobre sueldos, no se cobrará por asistencia a tertulias, dar conferencias o impartir clases esporádicas…, siempre que no se pase de 60 euros. Hasta ahí y no más.
        A lo que se ve, esta cantidad se estima módica, asumible, de andar por casa, políticamente correcta, suficiente para cualquier objeto digno de la estimación con que se desea complacer. Que se sepa, no ha trascendido por qué 60, y no 100, o 1000, o 10, o nada. Tampoco se sabe de contactos con las tiendas de Todo a cien.
        A uno, en su cotidiana torpeza, no le entra eso de que el código de conducta pueda medirse, aunque no niega ni por asomo de las excelencias del metro, reconocidas por todos, salvo por los británicos, que son como son, o sea, hijos de la pérfida Albión.
        Un servidor cree más bien que se trata de una cuestión de concepto y no de cantidad, para lo que se fundamenta, como tantas veces, en nuestro castizo refranero cuando afirma aquello de que Sólo el necio confunde valor y precio.
        Por si no queda claro, un ejemplo puede ilustrar. Resulta que una señora de altos vuelos no se cansaba de repetir a quien quisiera escucharla que no vendería su cuerpo por nada. Para probarla, un caballero entrado en años, feo y tripudo, le ofreció una suma considerable a cambio de que le otorgara sus favores. Ante semejante cifra, la señora respondió que se lo pensaría. El caballero, sonriente y ufano, le hizo ver que no le satisfacía hacerlo con una furcia, ramera, zorra, o como a bien tuviera considerarse y definirse. Indignada, protestó de semejante trato. Sin inmutarse, el caballero contestó que con las mujeres de esa clase sólo se negociaba el precio, tal y como ocurría en el caso que los ocupaba.
        ¿Código ético? ¿Regalos por favores políticos? ¿Cuantificaciones de la moral? ¿Adónde hemos llegado? Tantas campañas de tolerancia cero para tantas cosas y en ésta se nos plantea un número. ¿Acaso no puede plantearse el cero (0)? ¿Tanto chirría en los goznes de lo políticamente correcto? ¿Tan acostumbrados andamos a la compra y venta?
        Pese a todo, para que no queden dudas, no me siento ningún moralista. Si alguien quiere algo de mí, que vaya aflojando la cartera, que mi trabajo me cuesta. ¡Y sin recibís!


                                Juan Manuel Campo Vidondo









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