Y se ha quedado tan ancha. Esta
Cospedal dice lo que piensa, como su
aristocrática correligionaria,, como hay que ser.
Más o menos, ha declarado, para empezar
con buen pie esta primera semana de noviembre, que han hecho todo lo que se
puede, es decir, los suyos, los populares que se llaman. Ha añadido que ellos
no pueden meter a la gente a la cárcel, pero cualquier ciudadano de a pie ha
notado que no ha mencionado que sí pueden sacarlos, porque no queda bien. No es
de recibo que un viejo amigo, un antiguo ministro o un ex presidente de
autonomía siga durmiendo separado de la familia. Es que, además, no es estético
y da que hablar.
Esta actitud me parece normal, no están
acostumbrados. No se trata ni de su papel ni de su mentalidad. De hecho, muchos
de los notables y menos notables de entre los suyos comienzan a aburrirse de
interpretar un papel que no les gusta. Lo suyo es mandar, sin crítica, sin
oposición, con confianza, con estilo y carácter, que se note que el mando es
como una segunda piel, o aun primera.
Mientras tanto, el país de a pie no les
hace ni caso porque sabe que desde la primera línea de la declaración, del
discurso, del comunicado, de lo que sea, lo que dice es mentira, engaño,
falsedad y trampa.
Lo dicho no obsta para que sigan
diseñando piruetas acrobáticas, del tipo que ha ejecutado la aristócrata, que
quiere hacerse pasar, a sus años, con toda una trayectoria por detrás, como
modelo de limpieza a lo Ariel entre sus filas, prietas o menos, y ha corregido
a la secretaria general, que es más joven, menos ducha y, al parecer, mete más
la pata.
A la parroquia de bar que frecuento no
termina de írseles la cara de pasmados ante tanto asalto impune a su dignidad.
Se quejan, y con razón, de que les meten las proclamas contra su voluntad y a
traición, aprovechando que andan en compañía del segundo o tercer vino o del
que toque, con las defensas bajas. Los altoparlantes con imágenes no dejan de
funcionar en ningún bar, que ya es delito, cuando en este país no anda casi
nada en condiciones.
Me pregunto si esos portavoces
televisivos se acordarán de que la mentira sigue siendo pecado. Me decanto
porque sí, pero les da igual. Y digo yo que no estaría de más que la
Conferencia Episcopal o cada respectiva Parroquia les remitiera un breve
recuerdo. Igual hasta salíamos todos ganando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario