martes, 2 de septiembre de 2014

Juventud, divino tesoro (I)

           

        Intento meterme en la piel de un joven entre 18 y 30 años, por limitar el tiempo,  que vive en el solar ibérico y quiere independizarse. Le ha entrado cierto malestar moral por exprimir a sus padres y empieza a tener sentimientos de culpa disimulada, no muchos pero algunos sí.
        Cuenta con un salario de unos 700 euros o poco más, que ya quisieran todos, con el que ha de cubrir las necesidades básicas de alimentación, vestido y vivienda, que, como es sabido, requieren atención diaria y no admiten pagos permanentes en diferido.
        Pongan ustedes la cantidad que consideren digna, como si se tratara de su propio hijo, y encabecen con ella el concepto de Gastos. No olviden que en el capítulo de vivienda entra el alquiler, la luz, el agua, la calefacción, la basura, el fairy… La consideración de una posible hipoteca abandónenla por fantasiosa, fuera de la realidad.
        No me parece de más suponer que alimentará algún que otro vicio menor, como el tabaco, las cervezas y ocasionales combinados. Los vicios mayores e inconfesables no vienen al caso por definición, o sea, porque no. Sigan anotando.
        Si ocupa su ocio con cine, libros, o lo que prefiera dentro de la idea de necesidades culturales, aunque sea de ciento a viento, habrá que consignarlo, lo mismo que los discos, porque no va a ser todo pasarse por la biblioteca o pasear por las sendas comunales. No dejan de ser otra forma de alimento. Poco o mucho, anoten.
        Si nos paramos a pensar que no vive aislado y que los amigos, la familia y, quizás, la novia, cumplen años, habrá que hacerles ver su cariño en  forma de regalo. Este concepto, como no se da más  que una vez al año por cabeza, no va muy allá, pero es obligado sumarlo.
        Tengamos en cuenta que los mayores viajábamos poco, casi nada, pero estas generaciones tienen la necesidad creada. Es cierto que pueden satisfacerla con coche propio, normalmente regalo o dejación familiar, pero esto conlleva una hilera enorme de gastos secundarios, por lo que es mejor decantarse por el transporte público o el utilitario de algún amigo, al que, por lo menos, habrá que pagar combustible. Así pues, sigamos añadiendo.
        Sabiendo que me engaño, no he tomado como prioritario el menester de honrar las fiestas de los pueblos cercanos y otros más importantes, donde se encuentran colegas de estudios con los que recuerdan batallas de todo tipo y pelaje. Agreguen, no se cansen, agreguen.
         Parece necesario el día de la graduación o licenciatura, si llega el caso, apechugar con gastos como: peluquería, esteticien, fotógrafo, complementos, para tener un físico determinado y definido por los cánones de hoy en día; entonces… ¿quién paga el gimnasio, la piscina o la dietista?
        Aún faltan muchos conceptos, pero acabamos con lo que hasta hace poco cualquier trabajador tenía por imprescindible: las vacaciones. Pero todo no puede ser, de modo que, de momento, ya basta.
        ¿Cuánto les ha salido? Yo no lo digo, porque me da mucha risa.

                       Juan Manuel Campo Vidondo

        Con la colaboración de Marina Campo

2-septiembre-14

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