Paseaba sin rumbo fijo por las calles del pueblo
haciendo caso a las recomendaciones de la médico, cuando vi una barquilla con
cerezas de buen color y mejor precio.
Decidí comprar un puñado y me encaminé
a la puerta de la tienda, pero una correa unía a un perro enano, feo y gruñón
(en la calle) con su supuesta dueña (en la tienda), vestida con impecable bata
a lunares multicolores. Pegada al mostrador, pagaba los artículos que había
comprado; sin embargo, alguna discrepancia con el encargado alargaba la
operación de caja, de modo que la estirada correa obstaculizaba la entrada y
salida de los clientes, habida cuenta que el perrucho no se movía y ladraba de
muy mal genio. Como no tenía prisa, esperé en la acera.
Un cliente, jubilado tiempo ha, quería
salir, pero la dichosa correíta se le atravesaba en diagonal a media altura de
sus piernas. Pasó una por encima, momento en el que el chucho cambió de lugar,
y la correa con él, impidiendo que la pierna retrasada siguiera a la primera.
Con una bolsa de plástico en cada mano,
se quedó a horcajadas, con la correa entre las piernas a modo de caballito, sin
saber hacia dónde moverse, un remo en la tienda y el otro en la calle, las
cintas de la cortina por la cara y el perro ladrando cada vez más fuerte, hasta
que la señora dio por terminada su operación de pago.
Tirando de su carrito con una mano y
con la otra maniobrando la correa, miró al jubilado como increpándole si iba a
dejar de jugar a los caballitos, que ya no tenía años, y se dirigió al
cuadrúpedo tal que si fuera su nieto:
- ¡Hala! ¡Vamos a ver si llegamos a
casa! ¡Si este señor soluciona el problema y deja de molestar, claro!
Ante la interpelación, el pensionista,
en un alarde de equitación, consiguió desmontar, miró alternativamente al perro
y a la señora de la bata, y, mirando al cielo en gesto de súplica y
resignación, acertó a decir:
- ¡El problema es el problema!
Una vez pronunciada la sentencia, se
dirigió al bar de al lado, se metió en él y desapareció de mi vista.
La clientela de la tienda interpretó la
frase como dios dio a entender a cada uno. Como siempre. Como correspondía.
Juan
Manuel Campo Vidondo
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